lunes, 24 de febrero de 2014
Cuándo estuve pensando qué escribir para el proyecto amoroso de Isi, al principio no se me ocurría nada -como os conté en la anterior entrada-, y después de mucho pensarlo se me ocurrieron tantas que no sabía por cuál decidirme. Al final opté por hacer una entrada en la que hablase sobre mi libro especial. No obstante, otra de las opciones que había tenido en cuenta seguía rondándome la cabeza por lo que he decidido crear esta segunda entrada del proyecto.
En esta ocasión se trata de aquellos libros que marcaron nuestra infancia. ¿Quién no tiene un libro que recuerda con especial cariño de cuándo era niño? Yo tengo varios: El mago de Oz, Alicia en el País de las maravillas (el culpable de que mi hermana se llame Alicia) o Ana de las tejas verdes, son algunos ejemplos. Y precisamente de este último os quiero hablar hoy, porque es el que más huella dejó en mí.
Anna de las tejas verdes es, bajo mi punto de vista, una historia que pueden disfrutar tanto los mayores como los niños. Y, también según mi punto de vista, es una gran historia de amor. De todo tipo de amor; romántico, fraternal, platónico... Todos los tipos de amor existentes, están presentes en esta obra. Y por eso, he querido hablaros de él y de mi amor por esta historia.
Si para hablar del amor por los libros se puede emplear la palabra "flechazo", es la que mejor define lo que sentí por esta historia la primera vez que tuve contacto con ella. Por cierto, ese primer contacto no lo tuve a través de los libros sino mediante la serie de dibujos animados que emitian en TVE y de la que no me perdía ni un sólo episodio. Pero creo que no tiene mucha importancia porque eso creo que sucedió cuando tenía siete u ocho años y al poco tiempo descubría que se habían basado en los libros de Lucy Maud Montgomery, al tener la oportunidad de leerlos en el cologio. Y, entonces, el flechazo inicial se convirtió en amor eterno por esta obra de la cual disfruto cada vez que me da el aire y vuelvo a leerla.
Creo que ningún libro leído en mi infancia, por mucho que me gustara, caló tan hondo en mí como Anna de las Tejas verdes. El carácter vivaracho y soñador de la protagonista principal, su desparpajo y su imaginación, que no fuera una bella niña de cabellos dorados y aspecto angelical, sino una niña normal, la belleza de los paisajes que se describen, el cariño que se gana de todo el que la conoce, a pesar de que al principio no caiga muy bien, y lo mucho que me gustó Gilbert Blythe, la historia me tenía enamorada. La imaginación se me disparaba y, me tiré muchos largos ratos imaginando si Anna sería una niña de verdad, cómo serían esos sitios que se describían si fueran reales y, cómo sería Gilbert Blythe si fuera un chico de verdad (yo me le imaginaba gamberro y muuuy guapo jaja).
Años después, leyendo la biografía de la autora me di cuenta (o a mí me da esa impresión) que Anna tiene mucho de su autora Lucy Maud Montgomery y que esos lugares existen de verdad y son tan bonitos como en los libros. Pero por aquél entonces, disfrutaba leyendo e imaginando sin preocuparme por más. La única duda que me queda es si Gylbert existiría en la realidad o fue inventado, pero bueno, mientras no resuelva este misterio, yo seguiré imaginándolo gamberro y tan guapo como el actor que le encarnó en la mini serie canadiense que comenzó en el año 1985, y de la que os hablaré un poco más abajo, Jonathan Crombie.
En esta ocasión se trata de aquellos libros que marcaron nuestra infancia. ¿Quién no tiene un libro que recuerda con especial cariño de cuándo era niño? Yo tengo varios: El mago de Oz, Alicia en el País de las maravillas (el culpable de que mi hermana se llame Alicia) o Ana de las tejas verdes, son algunos ejemplos. Y precisamente de este último os quiero hablar hoy, porque es el que más huella dejó en mí.
Anna de las tejas verdes es, bajo mi punto de vista, una historia que pueden disfrutar tanto los mayores como los niños. Y, también según mi punto de vista, es una gran historia de amor. De todo tipo de amor; romántico, fraternal, platónico... Todos los tipos de amor existentes, están presentes en esta obra. Y por eso, he querido hablaros de él y de mi amor por esta historia.
Si para hablar del amor por los libros se puede emplear la palabra "flechazo", es la que mejor define lo que sentí por esta historia la primera vez que tuve contacto con ella. Por cierto, ese primer contacto no lo tuve a través de los libros sino mediante la serie de dibujos animados que emitian en TVE y de la que no me perdía ni un sólo episodio. Pero creo que no tiene mucha importancia porque eso creo que sucedió cuando tenía siete u ocho años y al poco tiempo descubría que se habían basado en los libros de Lucy Maud Montgomery, al tener la oportunidad de leerlos en el cologio. Y, entonces, el flechazo inicial se convirtió en amor eterno por esta obra de la cual disfruto cada vez que me da el aire y vuelvo a leerla.
Creo que ningún libro leído en mi infancia, por mucho que me gustara, caló tan hondo en mí como Anna de las Tejas verdes. El carácter vivaracho y soñador de la protagonista principal, su desparpajo y su imaginación, que no fuera una bella niña de cabellos dorados y aspecto angelical, sino una niña normal, la belleza de los paisajes que se describen, el cariño que se gana de todo el que la conoce, a pesar de que al principio no caiga muy bien, y lo mucho que me gustó Gilbert Blythe, la historia me tenía enamorada. La imaginación se me disparaba y, me tiré muchos largos ratos imaginando si Anna sería una niña de verdad, cómo serían esos sitios que se describían si fueran reales y, cómo sería Gilbert Blythe si fuera un chico de verdad (yo me le imaginaba gamberro y muuuy guapo jaja).
Años después, leyendo la biografía de la autora me di cuenta (o a mí me da esa impresión) que Anna tiene mucho de su autora Lucy Maud Montgomery y que esos lugares existen de verdad y son tan bonitos como en los libros. Pero por aquél entonces, disfrutaba leyendo e imaginando sin preocuparme por más. La única duda que me queda es si Gylbert existiría en la realidad o fue inventado, pero bueno, mientras no resuelva este misterio, yo seguiré imaginándolo gamberro y tan guapo como el actor que le encarnó en la mini serie canadiense que comenzó en el año 1985, y de la que os hablaré un poco más abajo, Jonathan Crombie.
Esta historia, además de todo, está llena de amor en cada una de sus páginas y en todas sus formas. Desde el amor fraterno hasta el amor romántico.
Anna de la tejas verdes es una historia que escrita con y para el amor. Todo el que conoce a Anna, en el transcurso de la historia, acaba rendido a sus pies. Y no porque ella sea una de esas personas que sabe engatusar, sino porque sabe ganarse el amor de los demás, aunque al conocerla no la soporten. En muchos casos la cuesta lo suyo hacerse querer, como en el caso de Marilla, quien la rechaza en un principio sólo por ser chica e incluso está a punto de devolverla al orfanato. Pero en otros, como en el caso de su amiga del alma, el cariño surge al primer golpe.
Pero a mí, la historia que más me ha gustado siempre (incluso de pequeña, aunque no entendiera de esas cosas), es la que mantiene con Gilbert Blythe. Se gustan desde que se conocen, aunque se lleven a matar en un principio, sin embargo, pasan muchas cosas hasta que por fin quedan juntos y Gilbert tiene que aguantar mucho la cabezonería de Ana hasta que por fin consigue que entre en razón. Son almas gemelas cuyo amor se forja a base de tiempo, de conocerse muy bien y de superar muchas cosas. Es una historia de amor como Dios manda, y no forjada en un instante basándose en un simple calentón, como suele ocurrir en muchas historias de la actualidad, que de rápido que suceden los acontecimientos y de lo rápido que se enamoran los protagonistas, al final, se te queda una sensación... rara. Te das cuenta de que no hay ningún tipo de magia y, en algunos casos, te sientes estafada. Con ésta y otras historias parecidas, como mi querida Jane Eyre, por ejemplo, esto no pasa.
Como pasa con la gran mayoría de obras contemporáneas de ésta, Anna de las Tejas Verdes ha sido llevada a la televisión en diversas ocasiones y en diferentes formatos; dibujos, series tv y película. A mí me encantaban los dibujos cuando era pequeña y ahora, de más mayor, me encanta la mini serie canadiense de la que os hablaba más arriba, protagonizada por Megan Follows y Jonathan Crombie, entre otros.
Fan, como soy, de los libros, ésta me parece una versión magnífica de la historia. Los paisajes, la fidelidad del guión a los originales y las interpretaciones de sus protagonistas, me parecen una pasada y la recomiendo si no la habéis visto ya.
La serie tiene tres temporadas, 1985, 1987 y 2000, la cual se llevó, en su momento, algunos premios en Canadá, así como también algunos de sus protagonistas, Megan Follows incluída.
Yo la vi, hace tiempo, en Cosmopolitan TV y desde entonces no me canso de verla (aunque hace tiempo que no la pongo, por cierto). Así que, si os apetece y tenéis la oportunidad de conseguir los DVD´s verla porque no defraudará. Aquí os dejo un fragmento del primer episodio a modo de muestra.
En fin, una historia memorable que leí en mi infancia y que me marcó de muchas manera diferentes, en sus diferentes formatos y en diferentes etapas de mi vida. ¿Y a vosotros? ¿Cuál es el libro o los libros que marcaron vuestra infancia? ¿Os gustaba Anna de las Tejas Verdes o eráis más de Heidi o los Transformers?
Feliz semana y hasta la próxima.
Etiquetas: Proyecto amoroso, Varios
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