Bueno, después de mucho pelearme con mis musas, al final han ganado ellas la batalla y he decido compartir con vosotros un relato que escribí hace tiempo para mi novela y que deseché porque no me convencía. Así que, lo he variado un poquito para adaptarlo a la fecha y ya está. No he podido corregirlo porque ya estaba un poco agobiada, así que pido disculpas si hay alguna incongruencia o fallo o falta de ortografía.
Espero que os guste. Un besaco enorme.
*No sé si estará bien o no, o si se podía hacer o no, pero bueno, debido a las confusiones que ha habido he decidido arreglar el relato un poco y marcar lo de las murallas del pueblo para que no quepa lugar a dudas. De todos modos, diré que, aunque es un fragmento de un texto, para el proyecto del mes termina aquí. En el texto original, después de esto la protagonista despertaba y se le aparecía el espíritu de Emily, la chica del relato. La protagonista pensaba que solo era un sueño recurrente sin más, pero en realidad Emily le estaba mostrando fragmentos de su vida y, por supuesto, también le mostró cómo murió.
Bueno, espero que ahora esté un poco más entendible, cualquier cosa me la decís y si tengo que cambiar el relato entero lo haré sin problemas :) Besos.
SAMHAIN SANGRIENTO
El suave aroma de las calabazas se mezclaba con otro más dulzón que no sabía distinguir de forma grotesca.
Mientras se acercaba a la entrada del pueblo con cuidado de no ser vista, Emily tuvo que taparse la boca y la nariz con la solapa de la bata. Resultaba casi imposible respirar aquél aroma que se metía hasta en lo más profundo de su ser. Sin despegarse de la pared del amurallado pueblo, se deslizó despacio a través de la entrada. Los guardas no estaban en sus cabinas, debían de estar luchando junto a los hombres del pueblo.
Con más confianza, pero sin separarse aún de la pared, avanzó con paso decidido hasta el otro extremo y, cuando llegó, se detuvo y se asomó con miedo. No había nadie cerca, pero la escena era tan espantosa que no puedo evitar vomitar.
Lo que hasta hacía unas horas habían sido las bonitas y cuidadas calles de la ciudad, ahora estaban bañadas en sangre y cubiertas de cuerpos. Las mujeres y los niños corrían despavoridos sin tener destino fijo, intentando tan solo huir de aquél salvaje ataque. Algunos ancianos, entre lágrimas, suplicaban al cielo que alguien les ayudaran. Mientras, varios hombres luchaban contra un solo vampiro que parecía que disfrutaba de aquél enfrentamiento como si nunca se hubiera visto en una situación así. Segundos después, cuando los hombres se decidieron ha atacar por fin, en un movimiento tan rápido que ni los dos hombres ni ella misma se dieron cuenta, les arrancó el corazón de cuajo.
Intentando controlar su estómago, sus nervios y su llanto, tomó aire antes de lanzarse la aventura en la que se había convertido el encontrar a su marido. Por un momento pensó echarse atrás, esconderse en algún lugar hasta que todo pasara y entonces ir a buscarle, pues otro de sus vecinos había caído muy cerca de dónde ella se encontraba. Sin embargo, aquél pensamiento solo le duró unos instantes; tenía que encontrarle cuanto antes. Se pegó al muro, de nuevo, hasta que tuvo la sensación de ser parte de éste y contuvo la respiración con la esperanza de que el vampiro no se percatase de su presencia, hasta que se alejó de ella.
Con alivio soltó el aire que había estado conteniendo y rió nerviosamente mientras rodeaba el cadáver sin atreverse a mirarlo al mismo tiempo que secaba el sudor frío que empapaba su frente. En cuanto estuvo dentro de la ciudad echó a correr desesperada sin preocuparse de la sangre que, inevitablemente tenía que pisar, ni de mirar a nadie ya que si lo hacía sabía que no podría seguir.
Como podía, luchando contra la marea de vecinos que corrían en dirección contraria ella, avanzaba hacia el centro del pueblo. No sabía si Michael estaría allí o no estaría, pero algo la decía que era allí hacia dónde debía dirigirse.
Según avanzaba le costaba más hacerse paso e incluso tenía la sensación de que había retrocedido varias veces. El pánico entre las gentes era más que evidente y en varias ocasiones habían tenido que esquivar a gente que caía al suelo.
La garganta le pinchaba cuando tragaba saliva y creía que el corazón se le saldría del pecho cuando por fin llegó al muro de la muralla que daba acceso al centro del pueblo. Sin dejar de caminar, sonrió y se pegó al muro para no caerse, pues sentía como las fuerzas la abandonaban. Había llegado allí corriendo desde el bosque donde estaban ocultas las mujeres de la familia y ahora, junto al esfuerzo de llegar allí sin resbalar o tropezar, estaba haciendo mella en ella.
Cuando llegó a la entrada del amurallado centro, se encontró a un conocido.
-¡James! ¡James! -lo llamó con todas sus fuerzas llegando hasta él a trompicones pues con la emoción tropezó con un cadáver al que no había visto.
-¡Emily! -le contestó el muchacho mientras la metía en la cabina vacía del guarda-. Pero, ¡te has vuelto loca? ¿Qué haces aquí?
-Tengo que encontrar a Mike -dijo de forma rápida y entrecortada por el cansancio-. Es urgente.
-Tienes que volver rápidamente a dónde sea que os hayan escondido -le suplicó el muchacho agarrándola firmemente de los brazos mientras ella cabeceaba a los lados negando aquello-. ¡Escúchame bien! Tienes que volver Emily. Esto es muy peligroso.
-¡No lo entiendes! -gritó ella desesperada-. Han ido hasta allí, James, Sally me ha hecho escapar antes de que llegaran. Tengo que encontrarle.
El muchacho la miró fijamente a los ojos durante unos instantes, con el ceño fruncido y los labios crisipados sin saber qué hacer.
-¡James, por favor! -suplicó Emily sintiendo que las lagrimas, esta vez de rabia, volvían a sus ojos.
-Está en el centro, junto a las dos hogueras más grandes. Pero ten mucho cuidado, ¿vale?
-Gracias, Jamie -le dijo con una sonrisa-. Lo tendré.
-Bien, te cubro hasta asegurarme de que estás bien y no haces tonterías -dijo el muchacho cogiéndola de la mano-. Venga, vamos.
Ayudada por el amigo de su marido, Emily llegó muy cerca de las hogueras y se escondió en el edificio en el que la había dejado. Desde allí podía distinguir las hogueras y fue consciente de que allí, el panorama era mucho peor. Justo frente a ella, en la otra parte de la acera, tres hombres estaban desmembrando a otros dos y metían los trozos en sacos de pita por los que rezumaba la sangre. La escena era espantosa por lo que cerró los ojos hasta que escuchó decir a uno de los hombres que les llevaran los sacos a los hombres de los Warren. El único alivio que sintió fue el de saber que al menos no eran humanos, sino vampiros, los que iban en esos sacos.
Cuando el hombre desapareció de su vista, inspiró profundamente y siguió su camino. Procurando ir por calles vacías, al fin consiguió llegar a las hogueras que le había descrito James; “las dos más grandes” y puedo distinguir a Robert, su suegro, y Jason, su cuñado, tirando pedazos en las hogueras mientras otros luchaban contra un montón de vampiros que parecían encolerizados. Con el corazón lleno de alivio, corrió hacia su suegro sorteando a un grupo de hombres que llevaban a varios heridos en dirección al hospital. No veía a Michael por ninguna parte, pero si lograba llegar a su suegro y a su cuñado, quizá podría salvar a las chicas.
Estaba a muy pocos metros de su suegro, cuando éste la vio y ella vio a Michael que acababa de eliminar a otro vampiro.
-¡Emily no! -gritó Jason tirando un saco al suelo para salir corriendo en su dirección-. ¡Corre, corre!
No sabía qué estaba pasando, se quedó parada en seco mirando a su cuñado y su suegro que avanzaban hacia ella.
-¡No! ¡No te pare, corres! -gritaba su suegro desesperado señalando detrás de ella.
Si no hubiera sido porque en ese momento Michael alzó la cabeza hacia ella y se le descompuso el rostro al instante, no se habría dado la vuelta y no habría visto al enorme vampiro que se abalanzaba en esos momentos sobre ella y clavaba de forma salvaje sus fríos dientes en su cuello.
El tiempo se paró en ese mismo instante y mientras la oscuridad se cernía sobre ella haciendo desaparecer todo lo que ocurría a su alrededor, recordó cómo aquella tranquila jornada de Samhain se había convertido en una noche de lo más infernal. Las lágrimas corrieron por sus mejillas mientras era consciente de que todo se acababa en ese instante.
En un último esfuerzo por mantener la consciencia, abrió los ojos y una calabaza tallada con una escena de una bruja removiendo su caldero fue la última visión que tuvo del mundo antes de que la oscuridad la envolviera definitivamente y dejara el mundo de los vivos para siempre.